El tema tres nos habla de los factores psicológicos implicados en el aprendizaje. En primer lugar encontramos los procesos cognitivos (atención, memoria e inteligencia). En segundo lugar los afectivos (personalidad, motivación). Finalmente las habilidades y estrategias de aprendizaje (metacognición).
En lo que concierne a los procesos cognitivos y en particular a la atención, cabe mencionar que hay momentos en los que las cosas nos la llaman y otros no. Es tarea del profesor, como he dicho en anteriores reflexiones, partir de los intereses de los niños ya que de esta forma es como se lograrán aprendizajes significativos. Es fundamental que los niños se sientan motivados y aquí es donde el maestro juega un papel decisivo. Se debe tener presente en todo momento que sin intereses, es muy difícil trabajar la atención. Hay una serie de condiciones que se tienen que tener en cuenta para mejorar la atención. Será un requisito prioritario que los espacios de trabajo estén acondicionados, es decir, estos han de ser motivadores y agradables.
En los procesos afectivos encontramos dos estilos. Por un lado, el estilo cognitivo reflexivo y por otro, el impulsivo. Con la lectura de las características de cada uno de ellos, he llegado a la conclusión que en los centros se producen grandes contradicciones por parte de los maestros. A la mayoría de los profesores les gusta más el estilo reflexivo, pero lo cierto es que las actividades que proponen son del estilo cognitivo. Un claro ejemplo de ello, es el trabajo a través de fichas. Parece que en la actualidad se está intentando cambiar este tipo de metodología, pero hasta hace relativamente poco tiempo, se premiaba la rapidez en la finalización de las tareas sin tener en cuenta el proceso de reflexión necesario para un adecuado aprendizaje. Lo que se debería hacer es valorar el proceso y no el resultado, ya que tal y como aparece en el libro “Elogio a la educación lenta”, la aceleración tampoco produce más rapidez y, a su vez, se transforma en superficialidad. Si lo que se pretende es obtener resultados a medio y largo plazo, es decir, procesos educativos bien consolidados, quizá no haya que insistir tanto en programas apretados ni en propuestas hechas antes de tiempo. Con ello no quiero decir que el estilo cognitivo reflexivo sea el único válido, sino más bien que han de trabajarse los dos.
Finalmente hablaré sobre la inteligencia. En la lectura “De qué inteligencias hablamos” quedan reflejadas y explicadas de manera muy clara todas y cada una de las inteligencias existentes. Me llama mucho la atención la gran variedad de inteligencias que hay y el desconocimiento que hay al respecto de las mismas. Se habla de la inteligencia como algo muy simple cuando en realidad abarca muchísimas capacidades, y lo cierto es que muchas de ellas no son valoradas. En la escuela tradicional, se simplifica todo de tal forma que los aprendizajes se quedan en la más absoluta superficialidad. No se profundiza en nada y lo único que se valora es el aprobado o suspenso de un examen. Al trabajar contenidos exclusivamente memorísticos, se están dejando de lado muchísimas capacidades tan importantes como el aprendizaje de la lengua o de las matemáticas. Por ejemplo, a las inteligencias corporal-cinestésica y naturalista, no se les otorga ningún tipo de importancia, cuando tendrían que estar incluidas en el currículum y se tendrían que trabajar desde muy temprana edad, y así con el resto de inteligencias. En la lectura de “Inteligencias múltiples” queda reflejado que sí es posible incorporarlas al Proyecto Educativo del Centro, pero para ello es imprescindible un equipo comprometido y entusiasmado en la causa.
Considero fundamental que se trabajen las emociones dentro del aula, que se consiga un clima emocional que favorezca la convivencia y el aprendizaje de cada uno de los niños. Por ello, es muy importante que los maestros tengan especial cuidado con la manera de dirigirse a sus alumnos, así como con el lenguaje no verbal, ya que los niños son muy observadores. Tenemos que ayudarles a relacionarse y fomentar el diálogo, con actividades como la asamblea diaria. Otra buena estrategia es el trabajo de las habilidades sociales, enseñarles técnicas de autocontrol, regulación emocional, relajaciones… de esta forma se irá consiguiendo un clima de seguridad emocional, en el que todos y cada uno de los niños tenga cabida, y se sientan respetados y escuchados. Si se aplica una adecuada educación emocional, el clima y las relaciones inter e intrapersonales mejorará, los niños se sentirán motivados, se estará impulsando el aprendizaje colaborativo y la participación y la confianza se verá fortalecida.
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